EL MATAPERRO
Una gorra sucia y vieja,
un sombrero agujereado
que lleva puesto de lado
oprimiéndole una ceja.
Tiene por único abrigo
un saco roto y abierto,
que le deja al descubierto
desde el cuello hasta el ombligo.
Dos zapatos desiguales;
calza, con suela o sin suela,
uno que fue de su abuela
y otro del señor Rosales.
Y con estos atributos
y unos ojos insolentes
dos rangos de buenos dientes
y unos brazos langarutos.
Una barriga sumida
maltratada por las hambres,
piernas flacas como alambres
y gran desdén por la vida.
Es ágil como un tigrillo,
audaz como una saeta,
soñador como un poeta
y agudo como un cuchillo.
Además, Luisa Mayorga
que así la tía se enuncia;
continuamente le anuncia
que ha de concluir en la horca.
Es músico sin corbata
que silva como un turpial
todo el himno nacional
que suena como trompeta.
No entiende de desengaños,
ni de premios ni de castigos,
ni de amigos ni de enemigos;
solo cuenta con 12 años.
No tiene padre ni madre
y si no fuera por la tal tía Luisa
el muchacho no tendría
ni un perrito que le ladre.
El la ve de mala gana,
porque la tal tía Luisa
le acomoda una paliza
7 veces por semana.
No le ha enseñado a leer ,
ni le ha comprado un juguete
y si algo le promete
es no darle de comer.
Promesa muy repetida
que doña Luisa mantiene
y que a fin de cuenta tiene,
a ser el diario cumplido.
Y el chico se echa a reír,
sin que le importe un pico
Que le importa a Perico
presente ni porvenir.